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HISTORIA DE ALLOZA POR: Pilar Magallón Aragonés y Mª Carmen Polo Enfedaque

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Alloza se encuentra en una colina en medio de una hoya endorreica destinada al cultivo del olivo. No se conoce exactamente cuál es el origen de este pueblo, pero sí que ya existía en época musulmana, puesto que su nombre es árabe y significa 'el almendro', por lo que podemos pensar que habría gran abundancia de este árbol en esos tiempos, quizás en el espacio que hoy ocupan los olivos.
No se sabe, sin embargo, cuándo se produce el paso del asentamiento del Castelillo (del que hablaremos más adelante) al actual pueblo, ni hay vestigios de la dominación romana, como sí encontramos en otras poblaciones del Bajo Aragón, ni siquiera que Alloza fuera un asentamiento nuevo creado por los invasores musulmanes, cosa poco probable. A partir de ahí sí que sabemos que la comarca fue reconquistada en 1122 por las milicias creadas por Alfonso 1 el Batallador y que en 1179 la aldea de Alloza es dada por Alfonso 11 a la orden de Calatrava en su encomienda de Alcañiz. No parece que hubiera judíos en Alloza, puesto que nadie habla de ellos cuando su expulsión en 1492, como tampoco parece que afectaran a este pueblo los dos grandes daños del siglo XVII: la expulsión de los moriscos en 1610, ni la gran epidemia de peste de mediados del siglo. Durante todo ese tiempo (siglos XV, XVI y XVII) está documentada la evolución de la población, que estaba en torno a los 600 habitantes. A lo largo de su historia Alloza ha participado (y sufrido) en los distintos acontecimientos históricos del país, como más adelante contaremos, pero hay un hecho, que puede parecer una anécdota, que tuvo una gran importancia en su momento y la sigue teniendo desde el punto de vista gastronómico: el introductor de la patata en España, traída a finales del XVIII desde Francia, nació en Alloza en la primera mitad de ese siglo. Se trataba de Joaquín Fernando Garay, que por este hecho recibió el reconocimiento del rey de España, Carlos IV. ¿Qué sería de uno de nuestros platos más internacionales sin la patata? Realmente es un ingrediente básico en la gastronomía española, no sólo en la tortilla, y resulta cuando menos chocante que la trajera a España un allocino.
Este ilustre personaje recibió varios años de formación en la Escuela de Gramática de Alloza, equivalentes a lo que hoy llamamos bachillerato, la preparación para el ingreso en las universidades. Esta Escuela de Gramática, como las existentes en otros pueblos importantes, era el resultado del esfuerzo que hacía España por salir del retraso en materia cultural que padecía. En la segunda mitad del XVIII, el despotismo ilustrado despierta en los monarcas la conciencia de que deben mejorar la educación en los pueblos y favorecer las reformas y la cultura, por lo que se llevan a cabo nuevos planes de estudio en las universidades, se suprimen los colegios mayores y los de jesuitas, se fundan Sociedades Económicas, etc. La Iglesia, por lo tanto, pierde parte de su monopolio en la educación, también en la enseñanza de las primeras letras, ya que en la enseñanza primaria, impartida en escuelas de muy bajo nivel, sólo se aprendía catecismo, lectura, escritura y las cuatro reglas aritméticas. A partir de ese momento, pues, se va a intentar combatir las elevadas tasas de analfabetismo con esa reforma de la escuela que pasa por desvincularla de la Iglesia y exigir un cierto nivel cultural a los maestros mediante un examen y un título y, paulatinamente, recaerá en los Ayuntamientos la dirección de la enseñanza rural, lo que provocó una difusión importante de la enseñanza primaria, tan sólo frenada por la Guerra de la Independencia y las guerras civiles. También las reformas en lo que equivaldría a la "enseñanza secundaria" pasan por la transferencia de la educación de la Iglesia al Estado, sobre todo con la expulsión de los jesuitas en 1767, ya que un 30% de los que estudiaban humanidades y latinidad lo hacían en sus centros.
Dentro de este contexto educativo de finales del siglo XVIII se encuentra la Escuela de Gramática de Alloza. La enseñanza de la gramática se impartía, como hemos dicho anteriormente, en pueblos de cierta importancia por maestros, seglares o clérigos, pagados por los municipios o por los particulares. La enseñanza solía durar cinco años y era, como se ha dicho ya, la preparación para el ingreso en las universidades. Se sabe que hubo, entre otras, escuelas de gramática en Alcorisa, en Calaceite, en Calanda, en Híjar y en Maella, además de la de Alloza. Llama la atención el elevado número de alumnos que alcanzó ésta, la de Alloza, que llegó a tener 116 estudiantes en 1782 -mientras en Calanda o Calaceite tenían 30 en 1786- y que se sepa la escuela duró desde 1761 hasta 1822, con un total de casi dos mil estudiantes repartidos en esos años, aunque muchos de ellos permanecieron varios cursos en ella. Lo más insólito, sin embargo, es la procedencia de estos alumnos, los más numerosos, sin duda, de Alloza y los pueblos cercanos (Oliete, Andorra, Alcorisa, Crivillén, Alcaine, etc.), pero también hay un buen número procedentes del Maestrazgo turolense, como Peñarroya o Fuentespalda, y de Tarragona (Horta de Sant Joan, Benissanet, Mora d'Ebre...) Incluso aparecen personas de Zaragoza, Cuenca y Alicante.
La Guerra de la Independencia supuso un frenazo para esta escuela, a pesar de que Alloza parece que fue un lugar relativamente tranquilo durante esa contienda, situado en la zona de transición donde empezaba a menguar el control francés; cuando los franceses abandonaron Aragón en 1813 el territorio estaba hundido, con la población afectada por la guerra y el hambre y las fuentes de riqueza arrasadas. Lamentablemente, la vuelta a España de Fernando VII no sirvió para mejorar las cosas, puesto que se cerraron las universidades y se produjo una vuelta al absolutismo. En pocos años la Escuela de Gramática de Alloza desapareció y, desde el punto de vista político, se produjo una situación bastante compleja en la que la gente no sabía si apoyar al liberalismo que había empezado a implantarse o apoyar esta vuelta al absolutismo. A lo que sí se negó este municipio fue a pagar los derechos señoriales a la Encomienda Mayor de Alcañiz, representante del poder feudal, tanto por las dificultades económicas que atravesaba como por considerar obsoletas estas obligaciones. Los últimos años del absolutismo no son muy conocidos ni en España ni en Aragón, pero sí que se intensificó la represión a los liberales. De Alloza se tienen pocos datos del primer tercio del XIX: la población, que en 1819 era de 1.600 habitantes (más del doble que actualmente); los recursos que tenía (se extraen minerales de alumbre y caparrosa; se produce trigo, cebada y bastante aceite; hay pinares en los montes cercanos y se cuenta con telares de lana y cáñamo para el consumo del pueblo). También hay noticias de que había cantero, botiguera y molineros, oficios desempeñados en esos años por forasteros. Alloza estaba también entre los pueblos que contaban con estanco en 1825.
Y así llegamos a la primera guerra carlista. Al morir Fernando VII y sucederle su hija Isabel II -a la sazón menor de edad, por lo que su madre María Cristina asumió la regencia-, se produce una lucha entre los partidarios del absolutismo que querían que el sucesor de Fernando VII fuese su hermano Carlos, llamados por ello carlistas, y los liberales, partidarios de Isabel. Esto provocó la primera guerra carlista, en la que este bando estaba apoyado principalmente por la Iglesia, que no quería perder los privilegios de que había gozado con el antiguo régimen, la pequeña aristocracia rural y los campesinos, a los que les resultaba mucho más gravoso pagar una renta en moneda a los nuevos señores que dar una parte de su cosecha como hacían anteriormente con los señores feudales.
En esta contienda, en los pueblos del Bajo Aragón y del Maestrazgo fue donde se instaló con más fuerza la insurrección carlista en Aragón. Alloza se encontró, una vez más, en zona limítrofe, lo que provocó mayor temor entre la población ya que si se apoyaba muy claramente a un bando, cuando llegaba el otro la represión era brutal. También tenían que mantener a los dos bandos, puesto que cada partida que llegaba a un pueblo exigía comida y dinero para mantener a sus hombres, con lo que eso suponía para la población, muy empobrecida tras la Guerra de la Independencia y con la caída de los precios de los productos agrícolas. De todas formas, en Alloza hubo mayor apoyo a la causa carlista, y aquí tuvo su punto de partida, por ejemplo, la operación que culminó con la derrota de los carlistas en Zaragoza el 5 de marzo de 1838. También se libraron cruentas batallas entre ambos bandos en las zonas más agrestes de la localidad, como Los Congostos, que sirvió de refugio al general carlista Cabrera, y se puede decir que todas las partidas carlistas de la zona pasaron por Alloza. Esto dejó a la población mucho más empobrecida. En 1840 se dio por finalizado este conflicto en Aragón, pero tras el destronamiento de Isabel II, una vez más los carlistas pensaron que su candidato podía ser rey, con lo que de 1872 a 1874 se produjo una nueva guerra carlista que para Alloza fue una repetición de la historia: ayudar a las fuerzas de ambas partes que pasaban por la población, con la complicación de que a las repercusiones económicas que esto tenía se sumaban el temor de la población por la inestabilidad política y los conflictos internos que había en el pueblo. Las guerras, ya se sabe, las provocan los poderosos, pero siempre las pierden los pobres, gane quien gane.

La población durante la segunda mitad del XIX fue de alrededor de 1.700 habitantes, con un descenso en 1887 en que no se llegó a los 1.600, para terminar con casi 1.800 habitantes en el año 1900. Y fue hacia finales de este siglo cuando se llevó a cabo una importante obra para solucionar los problemas para el riego de las huertas en verano. Se trataba de la construcción de un pantano en el río Escuriza, concretamente en la partida del Congosto anteriormente mencionada, que se encuentra entre los términos de Estercuel, Oliete y Alloza. En un principio se pensaba construir dos presas para dar lugar a los pantanos superior e inferior, pero al final sólo se construyó este, con muchas dificultades debido a la escasez de fondos, que fue terminado en 1896. Las lluvias lo llenaron por primera vez en 1898 y se inauguró el 13 de junio del año siguiente. El agua recogida tenía como destino garantizar el riego de 3.600 Ha de los términos de Híjar, Urrea de Gaén, La Puebla de Híjar y Albalate del Arzobispo. Alloza y Ariño participan también en los acuerdos del régimen de desembalse. Alloza tenía el derecho a los aprovechamientos que venía disfrutando, así como de los artefactos comprendidos dentro de su término municipal. Desde Alloza, el pantano, considerado como propio por su emplazamiento, ha tenido relevancia por la labor de guardia y regulación que han des empeñado a lo largo del tiempo varios vecinos del pueblo, además de haber participado mayoritariamente en su construcción.
A comienzos del siglo XX, en 1910, Alloza alcanzó su máximo de población, con 1.926 habitantes, cifra que iría descendiendo a lo largo del siglo por causa de la emigración hasta los 1.006 que había en 1981. Actualmente hay censados 713 habitantes, incluyendo población inmigrante.
Durante la Guerra Civil los vecinos de Alloza crearon un comité compuesto por personas de derechas y de izquierdas que se protegerían mutuamente según el bando que llegase antes al pueblo. Esta voluntad de poner la vida por encima de cualquier rencilla personal o política estuvo presente entre la mayoría de los vecinos desde el primer momento, y por eso este fue uno de los pueblos donde hubo menos víctimas de la represión, en ambos bandos. Alloza quedó en zona republicana durante los primeros dieciocho meses de conflicto. A finales de julio llegaron los anarquistas, y se produjo el saqueo de la iglesia, prendieron fuego a las imágenes religiosas, destruyeron el retablo, el órgano... También querían quemar el Calvario y matar al ermitaño si era un cura, pero los habitantes del pueblo los convencieron de que sólo era un trabajador. Semiquemaron los cobres que adornaban la ermita y provocaron destrozos en las capillas, pero lo que más impresionó a los vecinos de Alloza fue verles jugar al balón con la cabeza del Cristo. Por lo menos, los cipreses centenarios que tanto embellecen el Calvario y que tanto habría costado recuperar no sufrieron ningún daño.
Unos años antes de la Guerra Civil, en 1932, comenzaron las obras de la nueva escuela, que terminaron en los primeros años de posguerra, con la colaboración monetaria del vecindario porque el Ayuntamiento no tenía suficientes recursos para acometer por sí solo esa obra.

En los años 40 aparece en la cuenca minera llamada la Val de Ariño la empresa nacional Calvo Sotelo para realizar sondeos de lignito y estudiar la ubicación de una central térmica importante, que se abastecería con el lignito turolense, central que finalmente se construiría en Escatrón. La empresa empezó a comprar minas y a abrir nuevas explotaciones, con lo que la demografía durante los años 50 aumentó en las localidades mineras (Alloza, Ariño, Andorra...). Durante esos años, el 61% de superficie que ocupaban las explotaciones mineras correspondía a Alloza, con un total de 26 minas, el 21% a Andorra, con 7 minas, y el 18% a Ariño, con 12. Sin embargo, la participación de este municipio en la producción de lignito parecía ser ignorada oficialmente. La corporación municipal reclamaba que Alloza se citara en las crónicas como productora de carbón, ya que sólo se citaba Andorra y ésta no aportaba nada a la central de Escatrón, pero no se consiguió e, incluso, en los casos en que una explotación estaba entre Alloza y otro municipio (Ariño o Andorra) Alloza recibía un porcentaje menor de dinero del que le correspondía o en ocasiones nada. Tampoco se consiguió la construcción de un poblado minero, como en Andorra o Ariño, ni una carretera directa a las minas. Fue un momento en el que Alloza perdió oportunidades de progresar, pero también creció en servicios, como el agua y el alcantarillado, y se abrieron nuevas calles para edificar viviendas. A mediados de los años 50 se llevó el agua al Calvario, después de canalizarla de dos manantiales que afloran en el barranco que hay entre el Calvario y el pueblo (la Rambla). En los años 60 se abrió la avenida San Blas y se realizaron las obras de canalización de aguas a los domicilios y el alcantarillado. También en esos años el párroco de la localidad vendió la ermita de San Blas, que fue comprada por un vecino para utilizarla como garaje, colocando una enorme puerta metálica.

La mayoría de los vecinos eran labradores o mineros, (en la década de los 50 se había creado la Cooperativa del Campo San Blas, ampliada en los años 60, que construyó una fábrica de aceite con ayuda financiera estatal y posteriormente otra a las afueras del pueblo, en el actual polígono, con los últimos avances tecnológicos, dadas las exigencias que hay actualmente en materia de Sanidad y Consumo) pero también había un grupo pequeño que se dedicaba a otras actividades económicas, proporcionando al pueblo los servicios necesarios, como comercios, peluquerías, taller de herrería (los hermanos Ferrer construyeron un vehículo apropiado para la recogida de basuras), puntos de venta de piensos, forrajes y abonos para el campo... También había un yacimiento de yeso, que en la década de los 50 se dedicó a explotar la familia Roldán.
Por último, cabría hablar de las fiestas que se celebraban en la localidad, muchas de las cuales aún continúan, aunque con algunos cambios. La primera era en honor a San Antón, patrón de los ganaderos; la organizaba una cofradía conocida como la de los sanantoneros y duraba unos cuatro días. Pocos después llegaba San Blas, a primeros de febrero, que era el patrón del pueblo, con una gran hoguera en la plaza, donde la gente asaba patatas. Los festejos se prolongaban hasta el día de Santa Agueda y, como tradicionalmente habían sido las fiestas más importantes de la localidad, los gastos que ocasionaban eran incluidos en el presupuesto municipal. En estas fiestas se solía bailar el dance de San Blas, que dejó de interpretarse en 1929 para después ser recuperado en los años 50, cuando se bailó un par de veces, y en los años 80, en los que se bailó en el 80 y el 81. Actualmente ha vuelto a recuperarse con un grupo de niños de la localidad, esperemos que por muchos años. Luego venía el Carnaval, prohibido durante el franquismo; la Semana Santa, en la que predominaban las procesiones y en la que cualquier acto lúdico estaba prohibido; el día de la Pascua de Pentecostés, con una fiesta en el Calvario (la Judiada). También estaban muy arraigadas las fiestas del Corpus, la Virgen de la Cama (la Asunción) y San Roque, que tiene ermita en el pueblo y vecinos que le rezaban una novena todos los veranos. El primer domingo de septiembre era el domingo del Ángel, la gente bajaba al río en los mulos o en carros a pasar juntos el día, y el 13 de septiembre era la víspera de la Feria, que se ha convertido en la fiesta por antonomasia debido a la emigración, ya que en estas fiestas muchos de los que emigraron vuelven al pueblo a pasar esos días. El contenido de las fiestas ha variado con los años, de hecho su evolución casi permite adivinar los cambios sociales y económicos que se producían en la población, pero la mayoría sigue celebrándose de una u otra forma.

Patrimonio monumental
La Iglesia de la Purísima Concepción está construida en el siglo XVIII de sillería y ladrillo, con tres naves, cubiertas de crucería estrellada, con grandes arandelas de madera dorada. Coro alto. Torre en la cabecera, con seis cuerpos, de mampostería y ladrillo, su autor fue Olaso de Escatrón, que puso pilares y ventanales, ornamentaciones de tipo manierista. Sabemos, gracias a la erudición de Pedro Calahorra, que el órgano de Alloza fue fabricado por el que seguramente fue el mejor organero de Aragón y uno de los grandes de España, José de Sesma.
En la plaza mayor se encuentran dos edificios de gran calidad. Por un lado, la Ermita de San Blas, que es del siglo XVII, de ladrillo, con una nave cubierta con bóveda de medio cañón con lunetos y cúpula y con espadaña de tres cuerpos de ladrillo. Adaptada en la actualidad para usos agrícolas y almacén, ya que, como ya hemos comentado, en los años 70 el párroco de aquella época la puso en venta y fue comprada ante la indiferencia de la mayor parte del vecindario, todavía conserva su peculiar fachada de ladrillo entre pilastras, con una moldurada cornisa. Por otro, el Ayuntamiento, junto a una tradicional y hermosa fuente de cuatro chorros, compuesto de una lonja (llamada en el pueblo "trinquete") con dos amplios arcos apoyados en pilastras sobre los que se levanta el consistorio, rematado por una galería de nueve arcos de ladrillo de medio punto con características renacentistas, este edificio ha sido restaurado y renovado recientemente.
Resalta también en el casco urbano, la Capilla abierta de San Roque, sobre un antiguo portal arqueado de acceso a la localidad.
Pero sin duda alguna el paseo refrescante y sosegado por la "Rambla" de una barrancada que se abre al oeste de la localidad es uno de los mayores atractivos. En la margen izquierda de este barranco se alza el Monte Calvario, uno de los más monumentales de Aragón. La Ermita, probablemente ampliación de otra más pequeña, data de principios del XVIII. Es de una sola nave de dos tramos con bóveda de medio cañón con lunetos, cuya prolongación se cierra en una cabecera con cúpula sobre pechinas de caprichosa decoración, al igual que las cúpulas. Está rodeada de centenarios cipreses que flanquean pequeñas ermitas a modo de estaciones del Vía Crucis. En el interior de la Ermita que cobija el Santo Sepulcro, destacan las pinturas de Fronchón y los azulejos populares decorados con motivos florales y jarrones dieciochescos, así como las tumbas de ermitaños destacando la datada en 1738.
Aguas arriba, el cauce de la 'Rambla" está ocupado por una frondosa vegetación que apenas permite a los rayos del sol iluminar las vetustas paredes de piedra que la canalizaron y permitieron, en su día, sostener los abancalamientos adaptados a las terrazas de este barranco, que en el año 2001 ha sido empedrado y limpiado.

Poco después se alza un impresionante acueducto de piedra tallada, conocido como el "Gallipuente", que ayuda al agua canalizada a sortear el desnivel del cauce, sofocando la sed de la huerta ubicada en la otra margen. De técnica constructiva similar es la espectacular Nevera de Alloza, ubicada al sureste de la localidad, en la zona conocida como los "Montalbos", por la tierra blanquecina que la caracteriza. Esta "Nevera" se considera una nevera de aprovisionamiento. Está situada a 850 m de altitud, en una amplia planicie entre la Muela y el Cabecico Redondo, en un área ligeramente elevada que aprovecha la mayor pendiente del terreno en su vertiente sudeste para facilitar la excavación del pozo. En la obra Neveras y pozos de nieve o hielo en el Bajo Aragón de Alberto Bayod y José Antonio Benavente, de cuyo contenido hemos extraído estas informaciones, figura un catálogo en que se lee lo siguiente: "La perfección constructiva de esta nevera obliga a calificarla entre las mejores obras hidráulicas de la comarca bajoaragonesa. La solidez de su aparejo y la armonía de su diseño son fascinantes, dentro de la sencillez funcional de este tipo de arquitectura popular [...] Su restauración debería ser prioritaria entre las acciones a realizar en defensa del patrimonio de la comarca, ya que su aparente estado de conservación actual es excepcional [...] Se incluye en el grupo de neveras de gran capacidad del territorio bajoaragonés. Este hecho unido a su emplazamiento aislado pero relativamente cercano a diversos núcleos de población de la zona, definen su consideración como un importante depósito de aprovisionamiento comarcal, desconociéndose su titularidad". Afortunadamente, en sesión ordinaria de 30 de mayo de 2002 se tomó el acuerdo plenario de acometer la restauración de la "Nevera" de Montalbo y el "Gallipuente". Hoy en día los dos monumentos están restaurados para mayor orgullo de nuestro pueblo.

La Ermita de San Gregorio está situada en la capilla del cementerio y en el año 2003 fue restaurada por nuestro vecino Agustín Loscos Milián, ya que sus pinturas se encontraban en muy mal estado o incluso habían desaparecido.
No hay que olvidar el espectáculo que suponen los frondosos pinares de Alloza y los abundantes manantiales que permitieron al General Cabrera encontrar cobijo durante las Guerras Carlistas, época en la que se construyó el Pantano del "Congosto" en el Valle del Escuriza, donde convergen los términos de Alloza, Oliete y Crivillén.

El Castelillo
El máximo auge de la Cultura Ibérica se dio en nuestra provincia hacia los siglos III-II a.C. Y es en esta fase cronológica-cultural donde hay que datar el Yacimiento del "Castelillo", que podría llegar hasta el siglo VI a.C. y que nos marca la relación con nuestros antepasados. Está ubicado en un pequeño cabezo, distribuyéndose los habitáculos de ocupación humana por laderas. En la actualidad se observan zócalos de piedra a base de mampuestos irregulares y restos diseminados por los alrededores de adobes que los recrecieron hasta las techumbres. Hoy día está afectado por la erosión y el agua de lluvia debido a la fuerte pendiente de sus vertientes. Los materiales extraídos, entre los que destaca la espléndida cerámica decorada, están depositados en el Museo Provincial de Teruel. En otras partidas de la localidad se han encontrado útiles de la Edad del Bronce.
Desde luego, mucho antes de empezar las sistemáticas excavaciones del Servicio Arqueológico de la Diputación provincial de Teruel, todo el mundo sabía que en ese cabezo con forma de camello sentado, en El Castelillo, había abundantes restos de cerámica, objeto con frecuencia de incontrolada rapiña de propios y extraños. Pero será algunos años más tarde, tras las campañas arqueológicas impulsadas los veranos de 1951 y 1952 por Martín Almagro, cuando la Diputación de Teruel encargue a la joven arqueóloga Purificación Atrián, que se ocupe del yacimiento del cerro El Castelillo, lo que ésta hará a lo largo de cinco intensas campañas, a partir del verano de 1956. En sus informes describe minuciosamente las habitaciones y materiales de construcción, el material arqueológico (los adobes de barro; los molinos mortero y hachas de piedra; las hachas, picos o espadas de hierro (muy fragmentados); los restos de cobre (una esfera, anillos, fíbulas) y hueso (punzones, agujas o el fragmento de un silbato) y, sobre todo, la rica y abundante cerámica.
Pura Adrián deduce tras esta primera campaña que "el poblado estaría en su época de esplendor hacia los siglos III-II a. J.C., como lo demuestra el desarrollo de su cerámica ibérica, que llegó a alcanzar una extraordinaria riqueza en sus temas ornamentales, que lo unen pero que a la vez lo independizan de los altares de Azaila. Como ésta, usa la estilización de los mismos motivos florales, las escenas de caza: pero Alloza es más rico en cuanto a la composición de escenas humanas, emparentando en esto con la cerámica de Liria".
En las siguientes campañas (años 1957 y 1958) se avanza hacia el flanco oeste y se procede al estudio de la distribución de las "habitaciones". Aparecen otro tipo de objetos, como placas de hierro, clavos, algún pico o una "figurilla de barro, incompleta, seguramente representando algún animal del que sólo se conservan las patas delanteras y parte del cuerpo". 0 aún más interesantes, porque revelan que se realizaban trabajos artesanales, numerosas pesas de telar de los tipos "pondera" o "fusaiolas".
En fin, las dos últimas campañas, la cuarta y la quinta, que tuvieron lugar en los años 1961 y 1962, continúan los trabajos por la ladera sur y por las viviendas más altas del cabezo. Pocas novedades ya, aunque a los tipos de restos conocidos se suman una hebilla de cobre, un hacha de piedra basáltica. Y, sobre todo, el estudio de algunas viviendas particularmente curiosas, incluyendo los restos de techumbres, de cañas, juncos y barro. Además, se realiza el descubrimiento de un silo para almacenar el grano, que se suma al anterior de un horno, ambos fundamentales lugares públicos y de uso colectivo. Entre los objetos más singulares se encuentra una "pequeña figurita de caballo de 8'S cm de altura por 6 de largo, es de barro de buena calidad de color muy rojizo sin impurezas y bien trabado, aunque está modelado algo toscamente".
Era una gente sin duda "primitiva", pero con su pizca de sensibil¡dad, con sentimientos sociales y familiares o tribales, amén de, muy seguramente, religiosos, mucho antes de que llegara por estos lares el impulso uniformizador del Imperio Romano. Recorrer los restos de los muros de sus casas y calles, mirar al horizonte como, sin duda, hacían ellos hace más de mil años, pensar en cuántas dificultades surcarían su vida cotidiana para la obtención de alimentos para ellos y sus familias, produce, desde luego, una especial emoción. Y sobre todo mucho más cuando previamente se ha leído y conocido lo que el esfuerzo y la ilusión de los arqueólogos han rescatado con mimo para todos nosotros. Esa de contemplar y reflexionar junto al conocimiento material de los restos es la verdadera emoción de la Historia.
Un segundo asentamiento ibero, de menor importancia hasta hoy, se encuentra cerca del acceso desde Andorra a la hoya en que se establecerá Alloza, en el término conocido como Fuente Andorra, que "dio cerámica análoga a la gris a mano, ya mencionada, otra de tipo ibérico con pintura y romana". En ambos casos se da "el común denominador de ser estaciones que tuvieron su momento álgido en época ibérica, decayendo o desapareciendo con los primeros indicios de la cultura romana".
Una tercera localización arqueológica en el término municipal de Alloza se había producido cuando, hacia 1948, el campesino José Lahoz (el "tío Matapán"), al arar un campo, encuentra un hacha plana y un puñal de bronce en la partida de "Las Naves", en la Va¡ de la Filada. Consciente del interés científico de esos objetos, los entrega, en un verano siguiente, al antiguo maestro de Alloza, a la sazón ya en Zaragoza, Arturo Fernández Cáncer, quien se reúne con Antonio Beltrán y ambos dan a conocer el hallazgo. En la zona no hay muestras de antiguos restos. La importancia de éstos, tan singulares, es debido a que se trata, sin duda, de bronces de tipo argárico, "producto seguramente de una importancia esporádica, ya que nada argárico conocemos en esta región. El hacha podría corresponder al Bronce 1-II, según la terminología aprobada por el Congreso de Almería, y el puñal, con la nervación central ligeramente indicada y tres orificios para enmangue, al Bronce II.
Tras lo que debió de haber sido, pues, una época floreciente ibera, se produce luego una cierta homologación hacia el futuro, con la ocupación de esas tierras bajoaragonesas por los pueblos prerromanos ilergavones. ¿Cuándo se produce el cambio de ubicación de la población desde El Castelillo hasta la actual Alloza? Es algo que quizá no vayamos a saber nunca. Ni el porqué, que posiblemente fuera debido a una destrucción del primer asentamiento por guerra o incendio, o quizá porque, con la pacificación y organización romana, se busca un emplazamiento mejor, en la zona más llana, junto a una rambla que entonces sí traería habitualmente agua.

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  • Anónimo dijo...
    4 de enero de 2008, 2:23
    Gostei muito desse post e seu blog é muito interessante, vou passar por aqui sempre =) Depois dá uma passada lá no meu site, que é sobre o CresceNet, espero que goste. O endereço dele é http://www.provedorcrescenet.com . Um abraço.


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